Con la respiración agitada, las botas llenas de barro y los equipos al hombro, la enfermera Elizabeth Romero recorre las calles destapadas y fangosas de Sumapaz, la localidad veinte de Bogotá, para vacunar contra el covid-19 a quienes no pueden desplazarse.
Aunque en la ciudad el plan de inmunización para adultos mayores y jóvenes ha parecido todo un reto, con varias horas de espera y largas filas afuera de los centros de salud y puntos de vacunación, ni siquiera se asemeja a lo que se enfrenta en los márgenes rurales de la capital. Allí es toda una odisea lograr que una dosis llegue a un brazo de un campesino.
Pero ese esfuerzo valió la pena. Este lunes, en la inauguración del laboratorio clínico del hospital El Tunal, la secretaria distrital de Salud y la alcaldesa Claudia López informaron que la totalidad de los habitantes de Sumapaz, mayores de 18 años, fueron vacunados contra el covid-19. Esta localidad de Bogotá se convirtió en la primera en inmunizar a su población mayor de edad, aun cuando es un gran desafío para las entidades territoriales de salud alcanzar coberturas útiles de vacunación.
Ellas lo hicieron posible
La travesía comienza a las 10 de la mañana. El equipo de vacunación conformado por la auxiliar de vacunación Elizabeth Romero, de 32 años, y la jefa de enfermería que supervisa el proceso preparan los equipos necesarios para cumplir la labor de inmunizar a aquellos que no pueden desplazarse hasta los dos únicos centros de salud de Sumapaz: el centro San Juan de Sumapaz y Nazareth.
El trayecto comienza en esta extensa localidad de 780 kilómetros cuadrados, las distancias entre veredas son largas, las vías de acceso son difíciles y los caminos despavimentados parecen trochas resbalosas a cada paso, pero la moral es firme. Desde que comenzó el plan de vacunación en Bogotá, Elizabeth emprendió la tarea de ir, casa por casa, para vacunar a la población que por condiciones físicas resulta imposible vacunar contra el covid-19.
Esta joven expresa que la enfermería es su vocación, y decidió estudiarla por el gusto de ayudar a la gente de Sumapaz, la localidad que la vio nacer y formarse como profesional pese a todas las dificultades.
“Aquí en la localidad no había universidades, no hay instituciones donde uno se pueda preparar más allá del bachillerato. Yo tuve que trabajar de lunes a viernes, como monitora escolar, en una ruta de acá del colegio y los sábados viajaba a la ciudad para poder estudiar”, cuenta Elizabeth en el camino.
Aunque se hizo profesional, nunca se fue de la montaña. Ella vive en Taquesitos, corregimiento de Nazaret, una de las muchas veredas con difícil acceso y complicaciones para poder dar atención médica a las personas.
Ya ha trabajado en la vacunación de niños entre 0 y 5 años en esta localidad rural.
“Si le puedo colaborar a alguien en cualquier cosa en cuestión de salud lo hago con todo el corazón y todo el amor”, asegura. Ella sabe de primera mano que el acceso a los servicios de salud es muy limitado en este territorio.
Paso a paso
Para que las vacunas contra el covid-19 lleguen a las zonas más alejadas del Sumapaz, fue clave el trabajo conjunto entre jefes rurales y la Secretaría Distrital de Salud.
Y, también fue vital la osadía del equipo de profesionales que, día a día, llegó hasta las casas ocultas en el páramo en el medio de transporte que fuera necesario: en carro, a caballo o caminando, según lo permitiera el terreno y el clima.
Elizabeth ‘se le mide a todo’: sus pies llegan a los territorios donde nacen los frailejones y donde la niebla se mezcla con la tierra. Esta vez le tocó ir hasta la vereda Tabaco, ubicada a más de cuatro horas del casco urbano. A lo lejos se distingue una casa cercada entre las montañas. La paciente es Lucía Palacios, de 87 años, quien está lista para recibir la segunda dosis de la vacunación.
La señora Lucía fue uno de los primeros pacientes en recibir dos dosis del biológico, antes de que se decidiera empezar a aplicar la vacuna Janssen, para facilitar los procesos.
“Últimamente se ha aplicado Janssen para evitar que la persona tenga que desplazarse dos veces, o que se tenga que asistir nuevamente a lugares muy lejanos”, aclara Jeisson Castro, coordinador de la Subred Sur para la ruralidad.
Elizabeth expresa que antes tocaba ir hasta Bogotá para poder acceder a los servicios médicos, lo que generaba grandes complicaciones, pero ahora, siendo profesional, puede colaborar en las cuestiones de salud en la localidad.
“Me siento satisfecha, significa poder ayudar a las personas de acá, para que no se tengan que desplazar a la zona urbana a colocarse su vacuna, sino poderlos vacunar acá, en este territorio”, dice.
La mayoría de personas vacunadas en Sumapaz son campesinos que viven de manera humilde y sin la oferta institucional suficiente para desplazarse hasta la zona urbana. Por eso es que, con alegría, les abren las puertas a aquellos que les brindan atención y van hasta sus hogares.
Así lo hace Luis Enrique, quien le da la bienvenida a Elizabeth y al equipo, y los dirige hacia la señora Lucía.
Antes de vacunar, la enfermera se cambia de ropa: reemplaza las prendas de la travesía por un gorro y un vestido de bioseguridad. Prepara la jeringa, desinfecta, descubre el hombro de la señora Lucía, le hace un par de chistes para bajar la tensión y, con un punzón, la inyección ya está aplicada. Después de haber recibido la vacuna. “A mí me daba mucho miedo que llegara esa enfermedad, y uno sin vacuna, pero ahorita estoy tranquila”, dice Lucía.
Aunque el covid-19 no golpeó al Sumapaz con la misma fuerza que a la Bogotá urbana, sí llegó. El temor de la señora Lucía no era infundado.
De acuerdo con Saludata, en esta localidad se diagnosticaron 97 casos de covid-19: 96 terminaron en recuperación, pero, desafortunadamente, uno terminó en el fallecimiento de una persona.
Fuente: El Tiempo