En la ciudad de Mocoa, conocida como la «Dama Antañona», se respiran vientos frescos y suaves que provienen de los ríos y quebradas que la rodean. Estamos rodeados de cordilleras, laderas y planicies ligeramente onduladas, adornadas por numerosas cascadas que descienden de las montañas, regalándonos un espectáculo natural único.

El río Mocoa, principal afluente de la ciudad, es alimentado por aguas de la cordillera central, ubicado sobre la cordillera de los Andes, tomando un gran cauce (caudal) en la ciudad antes de desembocar en el río Caquetá. Sin embargo, su conservación está en peligro debido a la extracción continua de material de arrastre para construcción, lo que disminuye su cauce de manera drástica.

La unidad fisiográfica de Mocoa abarca veredas como Tebaida, Pepino, San Antonino, Monclar y parte media de los ríos Pepino, Rumiyaco, Eslabón, Mocoa y la estribación de la serranía del Churumbelo. Sus principales afluentes, como los ríos Mocoa y Pepino, son vitales para la región.

La avalancha ocurrida en marzo de 2017, desencadenada por la Quebrada Taruca, que cambio de cruce viejo a un nuevo cruce, como se aprecia en la gráfica, dejó un rastro de muerte y destrucción en numerosos barrios de la ciudad, evidenciando la vulnerabilidad ante los embates de la naturaleza durante la temporada de lluvias.

La deforestación y la extracción de material para construcción, y oro desde años atrás, han debilitado la estabilidad del suelo y contribuido a la formación de embalses llenos de sedimentos, lo que agrava el riesgo de inundaciones y avenidas torrenciales.

Es crucial comprender que eventos como este no son nuevos en la región, con precedentes que se remontan a décadas atrás. Factores como el cambio climático, el uso inadecuado de tierras y la falta de conciencia ambiental ha incrementado la inestabilidad geológica, en el extremo noroccidental de la cabecera municipal y es separada por el río Mocoa. Es importante aclarar que el evento fluvio torrencial, no tuvo relación con la exploración de cobre en la zona. La geografía de la región muestra que el río Mocoa actúa como una división natural entre la ciudad y la vereda Montclar, descartando cualquier conexión directa entre los eventos naturales y la actividad exploratoria en la vereda.

A pesar de las advertencias y recomendaciones en el 2016 de entidades como Corpoamazonía, quien advirtió la necesidad de una reubicación a más de 10.000 personas, fue notable el desarrollo urbano sin control en áreas de riesgo. La falta de acción ante estas advertencias ha tenido consecuencias devastadoras para la comunidad.

La región ha experimentado eventos similares en años anteriores, como la avalancha del río Mulato en 1947, la crecida de la Quebrada Taruca en 1958, y el desbordamiento del río Mocoa en 1960, entre otros. Estos eventos históricos deben servir como lecciones para tomar medidas preventivas y evitar futuras tragedias.

Es necesario reflexionar sobre el impacto de nuestras acciones en el medio ambiente y tomar medidas para evitar tragedias futuras. La conservación de nuestros recursos naturales es esencial para proteger nuestras vidas y nuestro entorno. En conclusión, es importante la investigación geocientífica que permita el control y monitoreo permanente en áreas de amenaza geológica en acompañamiento con la institucionalidad, comunidad y academia.

Por Carlos Mauro Rosero.
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